El Bayern de Múnich llevo a cabo ayer uno de los mayores recitales colectivos del año. Llegaba a Italia para jugar contra una Roma que estaba en racha en la Serie A, y realizando un gran fútbol. Sin embargo, lo que se suponía que sería un partido igualado, fue una auténtica paliza.
0-5 antes del descanso. Los bávaros recuperaron la presión, la verticalidad y la efectividad, e impresionaron a todo el mundo, aunque al que menos fue a Pep Guardiola. El técnico, en su afán de perfeccionismo que siempre le caracteriza quiso dejar patente que aún hay cosas por mejorar, a pesar del gran rendimiento que mostró su equipo. «El partido perfecto no existe, pero jugamos muy bien y estoy muy feliz», comentó el catalán, quien también aseguró que «esta no es la diferencia real entre los dos conjuntos».
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