Europa League | El Atlético sufre para alcanzar las semifinales

Si hay un equipo que se siente cómodo esperando acontecimientos, ése es, sin duda, el Atlético de Madrid. Desde que Diego Simeone se hizo con las riendas del banquillo, los colchoneros se han especializado en cultivar la paciencia, en mantener la calma mientras el rival achucha, en esperar el momento oportuno para dar el golpe certero. Por ello, el choque ante el Sporting de Portugal se antojaba un escenario casi idílico. La ventaja de la ida, un 2-0, invitaba a no ponerse a nervioso, a concentrarse en el trabajo defensivo, a dejar hacer y a aguardar el instante apropiado para salir de la cueva y rematar al rival.

Sin embargo, lo que se vio en el José Alvalade durante los primeros 45 minutos nada tuvo que ver con el guión que se preveía. Los rojiblancos ni fueron fiables en defensa ni dieron muestras de poder crear verdadero peligro en sus contadísimas acciones ofensivas. Que en este periodo los locales disparasen 11 veces y los visitantes apenas 2 es un buen síntoma de que algo raro estaba sucediendo, de que los planes no estaban saliendo bien.

Para ser justos, conviene resaltar que los lisboetas también pusieron todo de su parte por desestabilizar al Atlético: presionaron con denuedo, se movieron con cierto dinamismo y se hartaron de enviar balones al área. Su juego nunca fue sobresaliente, pero sí lo suficientemente intenso como para que el esférico se moviese siempre cerca del área rival y para llegar al intermedio con un gol de ventaja. El tanto lo firmó Fredy Montero (minuto 27), quien aprovechó el único error de un otra vez providencial Jan Oblak para ajustar la eliminatoria.

Un paso adelante para evitar el desastre

Consciente de que no podía seguir jugando con fuego, el cuadro español cambió de cara en el arranque del segundo acto y se obligó a dar un paso al frente. Los colchoneros entendieron que merecía más la pena salir en busca del gol y correr el riesgo de dejar espacios que seguir aguantando el chaparrón con estoicismo. Este cambio de actitud, junto a la entrada de un efervescente Fernando Torres por el lesionado y desaparecido Diego Costa, permitió ver a un Atlético menos encerrado y con más opciones de pisar el área rival y dio pie, a de paso, un partido mucho más abierto y entretenido.

Aunque el Sporting no llegó a meter tanto miedo como en el primer acto, la agonía de los rojiblancos se extendió hasta el minuto 90. Mucha culpa la tuvo Antoine Griezmann, que falló dos acciones de uno contra uno de esas que en otro día de mayor inspiración habría marcado sin despeinarse. Pero como la noche estaba así, lluviosa, desapacible y triste, los atléticos tuvieron que esperar hasta el pitido final para poder acabar con su mala noche, respirar tranquilos y certificar el que, por otra parte, era en realidad su único objetivo: alcanzar las semifinales de la Europa League.