Europa League | El Celta se obliga a sufrir

Cuando se enfrentan dos equipos valientes, el espectáculo está garantizado. Celta de Vigo y Racing Genk aterrizaban en los cuartos de final de la Europa League avalados por su juego vertical y ofensivo y lo que se vio sobre el césped de Balaidos fue, como cabía esperar, un canto al fútbol de ataque, una bendición para el espectador. De hecho, no habían transcurrido ni 20 minutos de juego y el marcador ya recogía tres goles.

Aunque seguramente estaban avisados, a los jugadores celestes les sorprendió toparse con un rival tan dispuesto a jugar de tú a tú, tan convencido de que sus opciones de pasar de ronda pasaban por marcar en campo contrario. La consecuencia de este desconcierto fue una sucesión de desajustes defensivos que acabaron por provocar el primer gol del combinado belga en una jugada en la que Leandro Trossar apenas sufrió para driblar a su par en banda izquierda y en la que Jean-Paul Boëtius no encontró resistencia para cabecear su centro al fondo de la red.

Eso sí, los vigueses, fieles al instinto que ha sabido transmitirles Eduardo Berizzo, reaccionaron con firmeza. La sensacional tripleta conformada por Pione Sisto, Iago Aspas y John Guidetti comenzó a carburar y en apenas 8 minutos, lo que parecía una situación preocupante ya se había transformado en un escenario esperanzador. Primero fue el danés quien firmó el empate tras recibir una asistencia del sueco, y después el gallego quien puso por delante a los suyos al colocar con mimo y junto al palo un disparo desde la frontal.

Lejos de acomodarse, el Celta siguió a lo suyo y mantuvo esa propuesta tan vertical y vistosa que viene luciendo este curso. Eso sí, los de Albert Stuivenberg tampoco se achicaron y dieron pie a una fase de encuentro en la que ambos conjuntos pasaron mucho tiempo en campo contrario. Los dos pudieron marcar, pero fue Guidetti el único que logró acertar y el que redondeó su excelente primera parte y la de su equipo con un tercer tanto.

Un error defensivo complica la vida al Celta

Por lo visto en el primer acto y, en realidad, por compartir un ADN muy parecido, los dos conjuntos saltaron al césped tras el descanso con el convencimiento de que había que seguir buscando el área rival. Los gallegos querían ampliar su ventaja para poder acudir a tierras flamencas con algo más de relajación y los belgas ansiaban un segundo gol que les mantuviese con vida.

Una vez más, el balón viajó con cierta frecuencia de un campo a otro, sin un dominador claro. Eso sí el cansancio hizo mella y las transiciones resultaron mucho menos fluidas. Aún así, tanto unos como otros merodearon la zona de peligro y generaron cierta tensión en unas defensas que nunca dieron la sensación de dominar la situación. De hecho, fue una sucesión de errores y de falta de contundencia de la zaga local la que dio origen al 3-2, transformado por el veterano Thomas Buffel tras un primer rechace de Sergio Álvarez (minuto 67).

El tanto enfrió al Celta y dio paso a un periodo de cierto nerviosismo del que, afortunadamente, tampoco supo sacar provecho el combinado visitante. Es más, si alguien pudo volver a marcar fue el conjunto español, pero ni el Tucu Hernández ni Iago Aspas fueron capaces de superar a un Matthew Ryan que sostuvo a su equipo en la parte final y que obligó al conjunto celeste a retrasar su cita con la historia (sería la primera vez que alcanza unas semifinales europeas) hasta dentro de una semana.