Éibar: Cuando la modestia conduce al liderato

Si hay un equipo al que se le puede colgar el cartel de modesto, ése es, sin duda, el Éibar. El cuadro armero siempre ha vivido alejado de los focos mediáticos, soportando, incluso, las bromas de quienes no entendían que el fútbol sigue siendo fútbol independientemente del tamaño del estadio en el que se juegue.

Fundado en 1940 gracias a la fusión del Deportivo Gallo y la Unión Deportiva Eibarresa, el club guipuzcoano vive, 74 años después, uno de los mejores momentos de su historia. Comanda la Liga Adelante y lo hace, además, con la solvencia propia de un líder. Ante el Sporting de Gijón, uno de los gallitos de la categoría, los azulgranas volvieron a firmar un partido notable y derrotaron con contundencia (3-0) a un cuadro asturiano que seguramente no contabilizaba al Éibar entre sus rivales directos en la lucha por el ascenso.

El éxito armero tiene mucho que ver con Gaizka Garitano. El exjugador de Athletic de Bilbao y Real Sociedad -que también corrió por el césped de Ipurúa durante su trayectoria profesional-, no sólo supo sacar del pozo de la Segunda B al cuadro eibartarra, también ha logrado dotar al equipo de un estilo de juego que combina los valores clásicos de la entidad (compromiso, entrega, sacrificio…) con un fútbol vertical y vistoso que ha terminado por sorprender a todos los que consideraban al Éibar una simple comparsa.

Tras Garitano, comparecen una nómina de futbolistas de toda clase y condición. Desde los talentosos Jota Peleteiro o Gilvan Gomes hasta los experimentados Mikel Arruabarrena o Diego Rivas, pasando por los solventes Raúl Navas, Jon Errasti o Morales, todos ellos han conformado una plantilla en la que el esfuerzo colectivo y el compromiso supera a cualquier tipo de individualidad.

Y es que allí, sobre el césped de Ipurúa, se aprenden lecciones muy poco impartidas en otros estadios. Que se lo digan a David Silva, Xabi Alonso, Gorka Iraizoz, David Zurutuza, Manuel Almunia o Gaizka Toquero, jugadores que en esta Muy Ejemplar Ciudad aprendieron a considerar la modestia como un valor indispensable para alcanzar la élite.