Lleva tiempo lejos de su mejor nivel pero no ha encontrado competidor capaz de apartarlo de la primera línea de batalla.
Una de las razones que han llevado al FC Barcelona a perder en los últimos tiempos su hegemonía y control de muchos partidos se encuentra en el centro del campo. La identidad fue decayendo desde la salida de Xavi Hernández y Andrés Iniesta, progresivamente, y el brillo de antaño se apagaba.
Los éxitos han continuado, pero lejos de aquel nivel de asiduidad que era una constante en la ciudad condal, apoyados siempre en esa medular que era el corazón del ADN azulgrana. Y en la cual Sergio Busquets era pieza básica, hasta el punto de que un gran mediocentro como Yaya Touré tuvo que hacer las maletas rumbo a la Premier (donde brilló), y también Javier Mascherano hubo de reconvertirse a central para sobrevivir, con bastante éxito por otra parte.
Ha sido el segundo capitán uno de los jugadores más asiduos y alineados de la última década, pieza clave y silenciosa de los éxitos de su club y la Selección Española en ese tiempo. Con contrato hasta 2023, a sus 31 años parece que está lejos de esa gran forma de antaño pero sigue siendo imprescindible. Pese a los vaivenes en el banquillo, cambios de estilos y compañeros, ha sabido resultar siempre imprescindible.
Será un jugador al que se eche de menos cuando no esté, porque ha sido imposible encontrarle recambio. Quizás la clave está en poder dosificarlo más, pero con Quique Setién está claro que seguirá siendo importante. El FC Barcelona debe encontrar la mejor manera de gestionar sus últimos años de servicio activo.
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