La preocupante decadencia del Athletic Club

Aunque podía intuirse, ningún aficionado del Athletic Club podía creer que a estas alturas del curso, con apenas dos meses de competición transcurridos, las sensaciones transmitidas por su equipo iban a ser tan pésimas. A nadie se le escapaba que digerir la marcha de Ernesto Valverde iba a ser una tarea complicada, pero nunca hasta el punto de poner en peligro la supervivencia competitiva de un equipo que, si por algo ha destacado en su larga historia es por su capacidad para asomar la cabeza hasta en las peores circunstancias.

En el último choque europeo, ante el modesto Östersunds sueco, el conjunto vasco confirmó esos tristes augurios y tocó fondo. El marcador reflejó un 2-2 final, pero el meneo recibido fue de esos que cuesta digerir. Y no sólo porque el rival brilló con luz propia, en especial porque la inmensa mayoría de los jugadores rojiblancos que saltaron al campo mostraron una indolencia impropia de un conjunto profesional.

Esta preocupante decadencia no sólo responde a la marcha del Txingurri, el técnico que había sido capaz de mantener la motivación de una plantilla limitada, también tiene mucho que ver con la incapacidad de la directiva para reforzar su escuadra. Es cierto que, por su particular filosofía, el margen de movimiento es muy limitado, pero la entidad ni estuvo fina para reclutar al necesario Mikel Merino ni para anticipar el desembarco de Ander Capa (aterrizará en San Mamés en verano) ni para plantearse seriamente el fichaje de otros jugadores tan válidos como Dani García.

Acomodamiento y falta de ideas

Igualmente, detrás de esta por el momento imparable cuesta abajo en la que se encuentra inmerso el equipo se esconde el acomodamiento de un buen número de jugadores que han encontrado en el Athletic un club que paga bien y que, por ser en buena medida preso de esa filosofía tan peculiar como meritoria, ni exige un alto nivel de juego ni castiga como en otros lares los bajones de rendimiento.

Para rematar la faena, parece cada vez más claro que Josu Urrutia no ha acertado a la hora de elegir al nuevo técnico de la entidad. Aunque nadie puede discutir el gran trabajo realizado por José Ángel Ziganda con el filial rojiblanco, lo cierto es que el técnico navarro parece incapacitado para instaurar un sistema de juego definido y, lo que es más preocupante, mantener al menos la ilusión de la tropa. Su «no encuentro explicación. Han sido superiores en todas la fases» tras el choque ante el Östersunds es un fiel reflejo de lo muy perdido que anda el Cuco.

Para detener el pesimismo, el seguidor rojiblanco se aferra al tiempo y a, aunque parezca increíble, los resultados. Y es que, pese a que los suyos apenas han dado señales de vida en un par de partidos (segunda parte ante el Valencia y el choque del último fin de semana frente al Sevilla), ni los puestos descenso son todavía una amenaza ni se han perdido todas las opciones de alcanzar la siguiente ronda en la Europa League. Ya que el cambio de inquilino del banquillo no parece entrar en los planes del presidente -por mucho que ya se sepa que será Gaizka Garitano quien tarde o temprano tomará las riendas-, el cambio de rumbo pasa exclusivamente por una firme reacción de los jugadores... Eso sí, ésta debe llegar lo antes posible, porque nadie en el Botxo quiere volver a sentir la amargura que ya provocó aquel bienio negro que a punto estuvo de costarle el descenso al Athletic al termino del curso 2006-2007...