Dos goles en la recta final del duelo permitieron al Villarreal levantar un partido que se había puesto muy cuesta arriba tras el tanto del Maccabi Haifa en la primera parte. Los amarillos, que ofrecieron un nivel muy pobre en grandes fases del encuentro, rozaron el desastre, pero acabaron firmando una agónica remontada que, previsiblemente, permitirá a Pacheta seguir en su puesto.
Hay partidos en los que un equipo se juega mucho más que tres simples puntos. El que hoy enfrentaba a Maccabi Haifa y Villarreal era uno de ellos. Para los amarillos, el duelo se antojaba decisivo. Y no digamos para su técnico. "Estoy obligado a ganar (…) Mi puesto de trabajo sé que hay mucha gente que lo quiere, este es un equipo grande", reconocía Pacheta en la previa. Tras la derrota ante el Athletic Club en Liga, al burgalés solo le valía una victoria que aclarase el tránsito de los suyos por la Europa League y, sobre todo, ampliase su cada vez más exiguo crédito.
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Como cabía esperar, los de La Plana Baixa encararon el duelo con la idea de dominar a un rival desterrado a Chipre por el eterno conflicto de su país con Palestina. Nunca es agradable jugar sin público, pero, en principio, esta circunstancia debía favorecer los intereses visitantes, ya que, en su feudo y al calor de sus seguidores, los equipos israelíes suelen ser bastante peligrosos.
Hasta el minuto 20, los planes de los castellonenses dieron resultados más que aceptables, ya que apenas pasaron apuros y gozaron de tres buenas oportunidades que, eso sí, ni Ben Brereton, en dos ocasiones, ni Alexander Sorloth lograron transformar en gol. Pasado ese tiempo, los locales se sacudieron el dominio, dieron un paso al frente y constataron que su rival no era tan fiero como podía parecer. De hecho, a la media hora, tras rondar ya en un par de ocasiones la portería de Pepe Reina, el zaguero Abdoulaye Seck se aprovechó de la tremenda indolencia de Alberto Moreno para rematar a placer un envío de falta desde la izquierda y subir el 1-0 al luminoso.
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Cinco minutos después, el destino ofreció a los amarillos hasta dos oportunidades para enmendar su error, pero ni Sorloth, primero, ni Manu Trigueros, después, fueron capaces de transformar en gol una pena máxima cometida de forma absurda por Anan Khalaili y mandada repetir por la impaciencia de un Lorenco Simic que entró al área antes de tiempo. El meta local Shareef Keouf se hizo enorme y ahondó en la herida de un equipo español que alcanzó el descanso sumido en la mediocridad y el pesimismo.
Reacción a última hora
La segunda parte arrancó con un Villarreal tan dominante como romo en ataque, incapaz de superar a un Keouf que se hacía enorme en cada disparo. Quizá, en otro momento, alguna de las embestidas de los visitantes habría dado sus frutos, pero cuando la flecha apunta hacia abajo lograr un gol parece casi una misión imposible.
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Pasada la hora de juego, Pacheta trató de aclarar el negro panorama dando entrada a Dani Parejo, Álex Baena y Yeremi Pino, tres futbolistas con talento más que de sobra para cambiar el destino de cualquier partido. Y aunque por momentos llegó a dar la sensación de que iba a resultar inviable sacar algo positivo del duelo, fue el citado Baena quien, en el 81, recibió un balón en la frontal y aprovechó la pasividad de la zaga local para bajar a la tierra a Keouf y devolver la igualada al duelo.
Como suele ocurrir casi siempre, el tanto revitalizó el ánimo de los castellonenses que, casi por arte de magia, reencontraron una cierta armonía en su juego y acabaron dando la vuelta al marcador, gracias a una acción en la que Sorloth, al fin, se mostró eficaz de cara a puerta (86'). Eso sí, esta mejoría en ataque no sirvió para esconder el auténtico drama que es hoy por hoy la defensa amarilla, ya que, hasta el final, el Maccabi, sin hacer nada del otro mundo, gozó de varias ocasiones claras que no supo materializar.
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El triunfo permitirá a Pacheta salvar su puesto de trabajo, pero, visto lo visto, queda claro que el burgalés tiene aún mucho trabajo por delante para rescatar de las profundidades a un submarino que por momentos dio la sensación de no tener las fuerzas necesarias para regresar a la superficie.
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