Liga de Campeones

Liga de Campeones | El Real Madrid olvida sus penas a costa del Kairat al ritmo de Mbappé

Victoria plácida del Real Madrid que le permite sumar seis puntos en la máxima competición continental y poner un punto y a parte después de la derrota en Liga frente al Atlético de Madrid. El 0-5 deja bien a las claras la distancia entre ambos clubes.

Por Iván Vargas
8 min.
Mbappé y Vinícius @Maxppp

Auténtica reválida se presentaba hoy para el Real Madrid en las frías estepas de Kazajistán. Tras la inesperada y humillante derrota por 5-2 ante el Atlético de Madrid en el Metropolitano, que rompió una racha ilusionante de juego y resultados, los blancos de Xabi Alonso cruzaban medio mundo para medirse al modesto Kairat Almaty en la segunda jornada de la Champions League. Con la necesidad de reafirmarse en Europa, el equipo merengue aterrizaba en Almaty con la firme intención de sumar tres puntos que elevaran su casillero a seis y borraran el mal sabor de la capital.

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Alonso, consciente de la superioridad sobre el papel, optó por rotar el once inicial y dar oportunidades a algunos de los menos habituales, como Dani Ceballos en el medio, David Alaba en la zaga y Fran García por la banda izquierda. Sin embargo, el técnico tolosarra no escatimó en piezas clave: Kylian Mbappé lideraba el ataque junto a Vinicius Junior, mientras que el joven Franco Mastantuono, llegado el pasado verano y ya indispensable en el esquema, ocupaba la derecha con desborde y visión. Esta mezcla de frescura y experiencia prometía un partido controlado desde el pitido inicial.

Principal

33
Porcentaje de posesión
67
48
Duelos ganados
52
77
Pases a campo abierto acertados
88

Contrario a los pronósticos, fueron los locales del Kairat quienes tomaron la iniciativa en los primeros compases. El Real Madrid tardó unos minutos en despertar, pero cuando lo hizo, las ocasiones comenzaron a llover sobre la portería del Kairat. La primera clara la protagonizó Vinicius Junior, que se plantó mano a mano tras un desmarque letal de Ceballos, pero su remate con el exterior, buscando el ángulo imposible, se marchó desviado por centímetros, dejando al brasileño con la cabeza gacha. Poco después, Arda Güler probó fortuna con un zurdazo desde la frontal que el portero local desvió a corner, y Mbappé, en una internada vertical, también vio cómo su intento acababa en saque de esquina. Los blancos empezaban a oler la sangre.

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La inercia del esférico inclinó la balanza a favor del Madrid, y a los 25 minutos llegó el premio merecido. Todo nació de una jugada incisiva por la banda derecha, donde Mastantuono, con su regate endiablado, fue derribado dentro del área por el guardameta kazajo en una salida temeraria. Penalti indiscutible que Mbappé, con la frialdad de un killer, transformó en el 0-1, clavándola en la escuadra y silenciando el rugido local. El francés celebró con un gesto que gritaba dominación, y el partido entraba en la fase madridista.

De ahí al descanso, el encuentro se convirtió en un monólogo blanco: Güler se volvía indetectable para la defensa rival, tejiendo pases imposibles en el último tercio, mientras Mastantuono percutía una y otra vez por la derecha. Los locales, ahogados en su propio campo, eran incapaces de robar un balón siquiera. El 0-1 al intermedio reflejaba la superioridad, aunque la diferencia podría haber sido mayor de no mediar la falta de suerte en una acción de Mbappé que rozó la perfección: un caño magistral a un zaguero dentro del área seguido de un disparo que lamió el palo. El Madrid se iba a los vestuarios con la certeza de que la segunda parte sería suya.

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Vendaval tras el descanso

La reanudación trajo consigo un vendaval blanco que no dio tregua al Kairat. Apenas habían transcurrido seis minutos cuando Thibaut Courtois, en un gesto de arquero convertido en asistente, lanzó un despeje largo que se transformó en un balón de oro para Kylian Mbappé. El francés, con esa velocidad endiablada que parece desafiar las leyes de la física, se desmarcó en profundidad, se plantó mano a mano con el portero y, en lugar de optar por la potencia, recurrió a una sutil picadita que elevó el balón sobre el guardameta y lo depositó mansamente en el fondo de la red. El 0-2 caía como un mazazo en el estadio kazajo, finiquitando cualquier atisbo de esperanza local y confirmando que el Real Madrid había llegado para dominar sin piedad.

Con el partido ya en el bolsillo, la única intriga residía en el calibre de la goleada final. Mbappé, en modo killer, rozó el triplete en una jugada de ensueño con Vinicius Junior: el brasileño filtró un pase milimétrico a la espalda de la defensa, y el galo, con un toque de primera, se perfiló para el remate cruzado que prometía ser letal. Sin embargo, el esférico, caprichoso, se marchó lamiendo el poste exterior, dejando al francés con un gesto de frustración y al público madridista conteniendo la respiración. Aun así, el dominio era abrumador; los blancos jugaban con la posesión como si fueran dueños de un patio de recreo, mientras el Kairat se limitaba a contener el chaparrón.

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El guion pudo torcerse levemente en el minuto 66, cuando el encuentro comenzó a abrirse y Dani Ceballos, en un arrebato de ímpetu, pareció barrer a un delantero local dentro del área. El árbitro no dudó y señaló el punto de penalti, desatando la ira de los locales y un murmullo de incredulidad en las gradas. Pero el VAR, ese ojo implacable del fútbol moderno, intervino con su habitual frialdad: llamó al colegiado a la pantalla para revisar la jugada, y tras unos eternos segundos de análisis, el penalti fue anulado por falta de contacto claro. Suspiro colectivo en el banquillo madridista, y el partido volvía a su curso natural, con los blancos recuperando el control sin mayor sobresalto.

El hat-trick de Mbappé, inevitable como el amanecer, llegó en el 73 en una pincelada de Arda Güler, que protagonizó una bella jugada. El esférico acabó en los pies del 10 y el 0-3 se elevó al luminoso. La brecha se ensanchaba inexorablemente, y con los minutos devorándose en el reloj, Eduardo Camavinga, fresco tras entrar desde el banquillo, necesitó apenas un suspiro sobre el césped para rubricar el cuarto: remató de cabeza una jugada individual magistral de Rodrygo, que regateó a varios rivales antes de centrar con maestría. Sobre el pitido final, Brahim hacía la manita que devolvía la sonrisa al internacional marroquí. Así, con un rotundo 0-5, se cerraba un partido sin historia alguna más que la de un Real Madrid imperial, que suma y sigue firme en su camino europeo, dejando en Kazajistán un recordatorio de por qué son los reyes de la competición.

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